Foto: Carambal.

labiblio de Carambal pretende ser una estantería donde reunir aquellos libros (de ficción y no) que hablen sobre la ciudad.

Esteban Salazar Chapela (Málaga, 1900- Londres, 1965) escribió En aquella Valencia en 1963 desde su exilio británico, aunque no fue editada hasta 1995 (Renacimiento la reeditó en 2001 y, por cierto, la tiene a muy buen precio en su web). Su nombre forma parte de esa Generación del 27 invisible que urge recuperar y que el destierro fuera de España acabó condenado al olvido. Colaborador de Revista de Occidente, La Gaceta Literaria o El Sol, tuvo que marchar, en plena Guerra Civil, de Madrid a València (donde se había trasladado el gobierno republicano) en enero de 1937, reclamado para trabajar en el Servicio Español de Información, adscrito el Ministerio de Propaganda, más concretamente a su Subsecretaría. Puesto que abandonó en junio de 1937 cuando fue nombrado Secretario de primera en el Consulado Español de Glasgow.

Una trayectoria muy similar a la vivida por Sebastián Escobedo, protagonista de En aquella Valencia (también presente en otros libros del autor), si bien con algunas mínimas variaciones (por ejemplo, su alter ego solo está hasta marzo del 37 y su nuevo destino es Newcastle) y algunas licencias propias de la ficción. La novela permite reconstruir cómo se vivieron esos tres meses bélicos en nuestra ciudad, recorrer algunas de sus calles y locales, y reconocer a diversas personalidades políticas y artísticas que se encontraban aquí.

La calle Gobernador Viejo es la primera que aparece en el libro. Allí se aloja Escobedo cuando llega a València en «un piso muy grande y cabe decir hasta suntuoso» que pertenecía a una familia muy de derechas. Cerca (cogiendo la calle Congregación y después la Plaza Tetuán) se encontraba el Ministerio (frente a la Glorieta) donde redactará artículos y columnas elogiando al ejercito republicano en la contienda.

En uno de sus paseos desde la Glorieta va pasando por el monumento a Muñoz Degraín, por la calles Poeta Quintana, Colón, Barcelona, Comedias… recorrido que le parece muy agradable (como otros que había hecho por la calle del Mar o la del Trinquete de Caballeros) y que le llevan a afirmar que «en la Valencia de enero de 1937 no se notaba la guerra mucho, al menos viniendo de Madrid». Y eso que su llegada coincidió con el primer bombardeo que se producía en la nueva capital de la República.

La calle de la Paz será una de las más presentes en el libro. En ella, el protagonista comienza a «tropezar con amigos míos de Madrid, escritores, pintores, escultores, eruditos, críticos». Es tal la cantidad de personas con las que se cruza que llega a definir la vía, tomando Madrid como comparación, como la suma infinita del «Ateneo, la Residencia de Estudiantes, el Centro de Estudios Históricos, la Revista de Occidente, Pombo, El Sol…». Entre esas celebridades con las que coincide están Rafael Alberti y María Teresa León, el poeta León Felipe, el arquitecto Martín Domínguez, los pintores López Mezquita y Gutiérrez Solana o el escritor Enrique Díez-Canedo, con los que (en un recurso literario con cierta gracia) apenas intercambia saludos. En ocasiones modifica o cambia los nombres, como sucede con Renau, rebautizado como Puga, y quien por cierto no sale bien parado en la novela.

Entre las páginas de En aquella Valencia también aparecen el Parterre, Santa Catalina, la calle Miguelete (donde Sebastián Escobedo traslada su residencia), el Hotel Inglés o «los alegres Viveros». Y el mítico café Ideal Room, del que dice que entrar en él era como hacerlo a la vez en los madrileños La Granja, Lyon o Regina. Allí acuden la estupenda escritora Luisa Carnés («juvenal novelista» la llama), los poetas Quiroga Pla y Manuel Altolaguirre, el dibujante Salvador Bartolozzi o la periodista Magda Donato.

No faltan referencias a tópicos de la tierra, como la paella «auténticamente valenciana» que se come el protagonista o la capacidad de los valencianos de distinguir (gracias a su «increíble gustadura») una naranja descolgada esa misma mañana del árbol de otra cogida el día anterior. Pero todas estas referencias (y más) que no lleven a engaño a nadie. La ciudad es el escenario donde discurre la acción del libro, nada más (y menos), acción vertebrada en una trama en torno a las relaciones personales de Escobedo y en el día a día de la guerra y su desarrollo, intrigas, convivencias, alegrías, tristezas, luchas… Una suma que hace muy recomendable su lectura y que permite revivir cómo fueron aquellos tres meses en València, desde dentro.