Fotograma de «El gran dictador» (Charles Chaplin, 1940).

Librerías, bares o cines fueron algunos de los objetivos violentos, durante la transición, de una ultraderecha nostálgica del franquismo y enemiga de las libertades. València no fue para nada una excepción. Hubo que lamentar acciones extremadamente graves. Y también otras extremadamente ridículas.

Eran las cuatro menos veinte de la madrugada, del domingo 16 de mayo de 1976, cuando los vecinos del Cine Martí (entonces en singular porque no se convirtieron en multisalas hasta marzo del año siguiente) se despertaron sobresaltados por un estruendo. Había sido un fin de semana lluvioso (incluso de goles porque el Valencia había despedido la temporada en casa con un 3-0 al Racing con doblete de Valdez y tanto de falta de Rep), pero aquel ruido no parecía tener nada que ver con truenos de tormenta.

Poco tardaron en comprobarlo los dos trabajadores de la limpieza que en ese momento se encontraban en el interior del cine. Un artefacto (un paquete de cartuchos de dinamita envuelto en aluminio) había explotado en el hall. El techo (tal y como se podía ver en la fotografía de Penalba que ilustraba la información en Las Provincias) fue el más afectado, aunque la onda expansiva también dañó paredes y suelo. Todos los cristales (de puertas, vitrinas, voladizos) y la iluminación de la marquesina saltaron por los aires. Los daños ascendieron al medio millón de pesetas, pero como no afectaron a la sala en sí, el Martí pudo continuar con su programación al día siguiente.

En el mismo vestíbulo se encontró una nota con una cruz gamada firmada por el II Comando Reinhard Heydrich (nombre de un oficial nazi). Un día después, una carta enviada al diario decano reivindicaba el atentado en nombre del mismo grupo, y lo relacionaba con el estreno en la ciudad de la película El gran dictador (Charles Chaplin, 1940). El domingo del atentado, y toda esa semana, se había proyectado en el Martí el film Leonor, dirigido por Juan Luis Buñuel (hijo del gran cineasta aragonés), una cinta de terror con un estupendo reparto (Michel Piccoli, Liv Ullmann, Ornella Muti) y música de Ennio Morricone, que nada tenía que ver con el clásico de Chaplin. Hermanos de sangre le tomó el relevo en la cartelera. El martes 18 de mayo el teléfono del cine Serrano sonó. Al descolgarlo se escucharon amenazas contra la sala porque estaban proyectando, aquí sí, el film que ridiculizaba a Hitler. Amenazas que no fueron a más

El atentado en el Martí tuvo, también, su parte ridícula periodística. Como recoge Borja Ribera en su imprescindible Una historia de violencia. La Transición valenciana (1975-1982), el ABC (nada cambia) atribuyó la acción a la extrema izquierda basando su absurdo argumento en que en la nota encontrada en el cine había ‘‘unas frases referidas a Alemania, que probablemente guarden relación con el suicidio de la anarquista Ulrike Meinhof’’, aparecida muerta en extrañas circunstancias una semana antes de la acción violenta nazi en València.