
A José Antonio Rivas (València, 1951), prácticamente, todo el mundo le conoce como José Antonio Commandant (con dos emes). Su “apellido adoptivo” procede de Comandant (con una eme), pub que regentó a mitad de los años setenta en la ciudad donde nació. El primer local de la misma que contó con su propia cabina para pinchar vinilos. Y mucho más.
La vida de José Antonio transcurría, en 1975, entre el Palacio de Justicia (donde trabajaba) y la discoteca La Bruja donde era dj. La Bruja estaba en el sótano del Hotel Astoria, aunque se accedía a ella de manera independiente desde la calle. Allí pinchaba por las tardes. Le ofrecieron hacerlo por la noche, pero lo rechazó. Trasnochar y su horario en los Juzgados no era compatible.
Cerca de su trabajo, en el número 18 de la calle Bonaire, había abierto un pub nuevo. Le bastaba con cruzar el Parterre para llegar. Así que empezó a ir de vez en cuando, ajeno a lo importante que acabaría siendo en su vida. Era el Comandant. Al frente, un matrimonio (no recuerda bien si belga u holandés) que no conseguía que aquello despegara. Iba muy poca gente. Tampoco ayudaba que no hubiera música. José Antonio les propuso remediar lo segundo para ver si así, también, cambiaba lo primero. Se llevó su tocadiscos y unos cuantos vinilos y empezó a pinchar en el local.
Un día le preguntaron si le interesaría quedarse con el negocio. Con un empleo seguro no entraba en su planes, pero el runrún se empezaba a hacer fuerte en él. Hablando con un amigo de su padre le comentó la propuesta, y que él creía que podría sacarle partido al local. Acabó preguntando el precio del traspaso (un millón de pesetas) y aceptando el préstamo de ese conocido.

José Antonio no hizo ninguna reforma cuando entró al Comandant, pero sí introdujo ciertas mejoras que le dieron un plus distintivo al pub. “El local tenía un altillo y decidí que ahí montaríamos una cabina como si fuera de una discoteca. Vinieron los técnicos y pusieron una mesa con mezclador, dos micros para escenario, pletina de casete, magnetofón de cinta y dos platos. Se convirtió en la primera cabina en un pub de Valencia”. Por entonces, ya había lugares en la ciudad donde se podía tomar una cerveza y escuchar buenas canciones, como “Casa Vella, Anticuari, Yes o Asfalto, pero en todos ellos la música la ponían en un simple tocadiscos. Cuando acababa una cara cambiaban a la otra”.
El pub abría entre semana de 18.30h a 23h, y los sábados prolongaban hasta las doce o la una de la madrugada. No hicieron ningún tipo de campaña de publicidad cuando inauguraron la nueva etapa. “Un día abres la puerta y a ver quién entra. El primero 10, el siguiente 20, esos llamaron a otros amigos y otros a otros, y se fue llenando. ¿Por qué? Porque yo ponía una música que no ponía nadie en València”.
Y es que Commandant tenía línea directa con los Estados Unidos de América gracias a unos primos suyos que vivían en Baltimore. “Siempre que venían por Navidad me traían un capazo de discos. Al principio, como ellos no entendían mucho, me seleccionaban los veinte primeros de la lista de Billboard. Después ya empecé yo a hacerles listas con los que quería. Nadie tenía esa música en la ciudad”.
No fue esta la única conexión del local con el país norteamericano. En aquellos años no existía aún el Erasmus como tal, pero sí el intercambio de estudiantes. “En València había una población pequeña de chicas estadounidenses que iban a clase aquí a la facultad. Una de ellas debió de entrar, por casualidad, en el pub y decirle al resto que había un bar donde ponían música como si estuvieran en casa, porque yo ponía mucho country rock”. Empezaron a ir todas y eso provocó cierto efecto llamada entre la población masculina local.

Comandant se convirtió en el bar de las americanas. E, incluso, de los americanos. Porque entre las habituales se encontraba la hija de un almirante que, aunque ya jubilado, era el que controlaba el ocio de la flota del Mediterráneo de Estados Unidos. La muchacha debió de hablarle a su padre del lugar y cada mes y medio que atracaba la embarcación en el puerto de València, los marines hacían acto de presencia.
José Antonio no tardó en tener otra gran idea de las que acabarían marcando el adn del Comandant. “Pensé que si ponía un tablao pequeño a modo de escenario podían programarse actuaciones. Ningún pub las hacía en València, estaba prohibidísimo”. Al primero que se lo propuso fue a Julio Bustamante.
“A Jose lo conocí al mismo tiempo como cliente y como músico”, rememora Bustamante. “El Comandant era de los poquitos sitios que había para actuar. Se reunían, sobre todo, músicos de folk. Yo tenía, por entonces, un dúo con José Vicente Grau y tocamos allí”. José Antonio los recuerda como una especie de Simon & Garfunkel, que hacían versiones y algún tema de Julio. “Fueron mis primeros artistas fijos, todas las semanas tocaban un día”. Años después, Julio y José Antonio unirían sus carreras profesionales, siendo el segundo manager del primero y editando sus discos a través del sello Comboi Records (en el que también era socio el músico Carlos Carrasco).
Julio Bustamante, también se subió al escenario del Comandant al frente de la Tommy’s Band “con gente de Modificación como Ximo Gaspar, Manolo Amoros o Guillermo Fernández y con Jose Belda (Paranoia Dea)…haciendo la Sinfonía para Banda Eléctrica”. Modificación fueron otra de las bandas que se hicieron asiduas a los directos del pub. “Era muy amigo de ellos”, explica José Antonio “se lo pasaban bomba, ligaban con las americanas, se bebían tres cervezas cada uno…para ellos era casi como un ensayo”.
Entre los nombres ilustres que fueron programados en el pub destaca Gualberto, el que fuera miembro de Smash. Tico Balanzá (hermano de Julio Bustamante) lo conocía de sus viajes en sus años hippies y porque había tocado la batería en su segundo disco en solitario, Vericuetos (1976), y le propuso a José Antonio que lo invitara al pub. Dicho, hecho y aceptado. Acompañado del teclista Marcos Mantero (que después tocaría en Imán Califato Independiente o Viceversa y que colaboró en los dos primeros discos de Dinarama), Gualberto vino a València junto a su sitar, instrumento que causó gran sensación entre el público presente.
Hubo, incluso, un grupo que podría decirse que nació en el propio bar. “Vinieron unos chavalitos jovencitos, muy nanos, de 16 ó 17 años, que me dijeron que les gustaban mucho los discos que ponía, como Eagles o grupos raros tipo la Liga Pura de la Pradera (Pure Prairie League), The Ozark Mountain Daredevils… discos de esos que me mandaban de Estados Unidos que aquí no estaban editados. Me contaron que eran un trío y que querían tocar”. Como aún no tenía nombre, el propio Commandant los bautizó con sus apellidos, Chus, Solís & Moles, a la manera de Crosby, Stills & Nash, y les puso deberes. “Les di dos discos, el primero de CSN y Déjà Vu, en el que ya estaba Neil Young con el grupo, y les dije que cuando se aprendieran al menos ocho canciones vinieran a verme”. Quince días después estaban allí y dejaron boquiabierto a José Antonio. Se convirtieron en otro de los grupos residentes y un tiempo después les cambió el nombre por Albatros (años más tarde serían Vídeo).
Por el humilde escenario del Comandant también pasó un guitarrista hippie de Nashville, Chris Senior. “Estaba recorriendo España y se quedó quince días en València. Tocaba y cantaba de maravilla. Llevaba cinco o seis armónicas que las metía en distintos vasos de agua para afinar. Le dije que se viniera por las tardes a tocar y estuvo haciéndolo todo el tiempo que se quedó en la ciudad. Le daba 100 pesetas. Todo el mundo venía a verlo porque el tío es que era buenísimo”.
Chris Senior puede que no fuera su nombre real. De hecho, José Antonio recuerda que en realidad se llamaba Christian Fred Carter, y cree que lo de Senior lo utilizaba porque no quería dejar rastro para que no lo localizara su familia en su viaje por Europa. Una tarde le contó, en el español que chapurreaba, que había grabado con Bob Dylan. “Me preguntó si tenía una copia del Nashville Skyline. Se la enseñé. Y en los créditos me dijo que aparecían guitarras suyas”.
En los créditos de ese disco de Dylan no aparece ningún Chris Senior, ni tampoco ningún Christian Fred Carter. Pero sí, Fred Carter Jr. Un guitarrista, también, de Nashville, que todo parece apuntar que era él y que lo de Senior de su supuesto nombre era un pequeño guiño o juego al Junior del verdadero. De ser así, fue sin duda el músico con mayor curriculum de todos los que pasaron por el escenario del Comandant. A lo ya comentado con Dylan (también estuvo en su disco Self Portrait) hay que añadir que giró con Roy Orbinson en los 50 y participó en trabajos de Simon & Garfunkel, Joan Baez o Waylon Jennings. Con razón, se llenaba cuando tocaba. Un año después de su marcha recibieron una postal desde Venecia donde, con la parquedad de la que había hecho gala durante su estancia, solo les decía «Greetings».
También fueron un éxito de público las sesiones matinales con las que empezó a abrir los domingos el pub. “Un conocido mío, Juan Miguel Franco Bravo, bajo la marca Discover Telecommunication, traía discos piratas de Inglaterra, Alemania, Holanda… En su catálogo también tenía grabaciones de conciertos y me ofreció que las proyectáramos en el bar cobrando entrada (25 pesetas con consumición) y que repartiéramos beneficios”. A las 11 de la mañana, cuando Commandant iba a abrir, la cola ya daba la vuelta por la calle de La Paz. Directos de Dylan o Bowie, el Let It Be de The Beatles que lo pusimos a trocitos, el Top of the Tops de la semana anterior… “Alquilábamos una pantalla y un proyector, primero fue de Super 8 y luego ya de 16, y le dábamos sonido a través de uno de los canales de mi mesa”. A cada sesión acudían entre 120 y 130 personas, algunas de las cuales tenían que sentarse en el suelo.
El 11 de junio de 1976 The Rolling Stones actuaban en Barcelona. Cuando José Antonio se enteró llamó por teléfono a Gay and Company, encargados de la organización del concierto. “Les dije que tenía un bar en València y que me gustaría vender entradas para los Stones porque nadie lo estaba haciendo aquí. Valían 900 pesetas, una pasta para la época”. En la promotora alucinaron con la propuesta y le dijeron que cuando reuniera el dinero que volviera a contactarles.
Su idea era montar un autobús con gente que quisiera asistir, garantizándoles que iban con entrada. Y que la suya le saliera gratis. Puso un cartel en el Comandant. Primero vendió 45. Se corrió la voz y subieron a 200. José Antonio volvió a llamar a la promotora. “Me dijeron que fuera a Barcelona, que Gay me quería conocer. Allí me preguntaron que qué tinglado tenía montado. Se lo expliqué, les di el dinero y me dieron los talonarios con las entradas. Me acuerdo perfectamente que eran de color mostaza, de un papel rugoso que no se vendía en papelerías ni se podía falsificar, que habían comprado en Dinamarca”.
Se vendieron 100 entradas más, pero de gente que acudía a Barcelona con sus propios medios. Al final se fletaron dos autobuses desde el Comandant. “Nunca antes se había hecho algo igual aquí. Soy el creador de los autobuses a conciertos en València, el primero que lo hizo. Además, me hicieron delegado de Gay and Company en València, vinieron a ver el bar y alucinaron de que un garito tan pequeño hubiera montado todo eso”.
José Antonio no solo vio el concierto de los Rolling Stones en Barcelona, sino que pudo acceder a los camerinos a saludarlos. “Realmente conocí a Charlie Watts, Mick Jagger ni me saludó y Keith Richards me dijo «Good job, boy” y me dio como un puñetazo en el hombro. También estaban Ron Wood y Billy Preston, que tocaba el órgano en aquella gira. Y Bill Wyman que no se hablaba con ninguno”.
Ni peleas, ni redadas. Durante los tres años que regentó el pub nunca tuvo ningún problema que requiriera presencia policial. Pero había truco. “Enfrente del pub vivía un mando de la Brigada 26, que era una brigada nocturna de la policía, bastante temida, que primero pegaban y luego preguntaban. Una tarde vino al bar a ver qué había montado. Me preguntó si la gente traficaba o consumía drogas allí. Le dije que no. Me dio el teléfono de su casa y el del retén del Ayuntamiento para que le avisara si alguna vez ocurría. También me dijo que le llamara si surgía algún problema, que enseguida tendría dos agentes allí y lo solucionarían. Me explicó que a mí nunca me pasaría nunca nada, que él era mi aval y vigilaría. Que yo fuera a mi rollo. Eso sí, que en la barra del pub hubiera siempre una botella de whisky, de determinada marca que ya no recuerdo, a su nombre y que cuando se acabara pusieran otra. Por eso nunca me pasó nada”.
La aventura del Comandant Pub llegó hasta 1978 cuando tuvo que traspasarlo porque le iban a embargar por unas deudas relacionadas con el pago del aire acondicionado. Años después tuvo que volver a despedirse del local al perder, en una mudanza, todos los recuerdos (fotos, octavillas de conciertos…) que guardaba en una caja de zapatos. El cartel que aparece en este artículo (y que se encuentra en una de las paredes del Imágenes Club) lo encontró un amigo suyo.
Fueron casi tres años al frente de un bar “que no tenía decoracion alguna, en ese sentido era muy feo. Mi única ilusión era montar la cabina y el resto del dinero que tenía lo invertí en comprar vasos de tubo y otros para chatos”. En la puerta había un cartel luminoso, pequeño, con un dibujo algo abstracto de algo que quería ser un comandante. Dentro, la gente bebía “Voll Damm, bebidas espirituosas, copitas de Fundador, anís, algún pijo pedía whisky un sábado, la jarra de cerveza de barril costaba 25 pesetas”. Entre su clientela estaba el diseñador Francis Montesinos “y su pandilla. Venían todos los domingos a ver películas y, entre semana, un día o dos por la tarde cuando cerraban la tienda que tenía en El Carmen”.


José Antonio siguió ligado, profesionalmente, al mundo de la música. Como delegado de Gay & Company (y a pesar de las reticencias de la promotora por organizar conciertos aquí después de que no fueran como preveían los de Premiata Forneria Marconi, Procol Harum y John Mayal en el Teatro Princesa, a los que Commandant acudió como espectador) se encargó de gestionar los programados en la Bony de Torrent. “Me estrené con Camel. También hice el de Joe Cocker, que se me perdió por València, pasé un muy mal rato, era la época en la que él bebía mucho”.
Además, empezó a trabajar con Miguel Siurán en su revista Mundo Musical haciendo entrevistas y escribiendo. “Luego me puse a vender discos, con dos amigos, en un puesto en un mercadillo de la calle Avellanas, pero discutí con ellos y lo dejé. Estuve, después, haciendo lo mismo en un multicentro en Sanchís Sivera. Y con el dinero que gané abrí mi propia tienda, Discos Cowboy, en la calle Albacete. Esto lo simultáneaba, los domingos, con un puesto en el rastro de la Plaza de Nápoles y Sicilia, donde también estaban Pepe y Carmen de Oldies”. José Antonio acabó yéndose a vivir y a trabajar a Madrid. Una parte de su vida que merecerá, en un futuro, otro artículo. O dos o tres. El Comandant Pub, por su parte, cerró su puertas tiempo después. Ahora, en su lugar, se encuentra el restaurante marroquí Almunia.
Así sonaba el Comandant Pub
Uno de los principales atractivos del Comandant Pub, sino el que más, era la música que sonaba allí y que pinchaba José Antonio. Por eso, le hemos pedido que nos haga una lista con algunas de aquellas canciones para que de alguna manera nos podamos trasladar a mediados de los años setenta, a aquel pequeño local de la calle Bonaire. La bebida y la compañía que la ponga ya cada cual.
“Jessica” y “Ramblin’ Man”, de The Allman Brothers Band, eran sintonías del club, las pinchaba todos los días. «Se abría o se cerraba con ellas. “Amie” (Pure Prairie League) también era de las fijas, era muy especial para mis amigos, para mi novia, para mí. Tampoco podían faltar The Steve Miller Band, que eran números uno de Billboard, este fue uno de esos discos que me trajo mi prima de Baltimore. “Proud Mary” y “Susie Q”, ambas de Creedence Clearwater Revival, eran muy buenas, pero también muy largas y las ponía a veces para aprovechar y salir de la cabina un rato.
Y, por supuesto, aunque no estén en esta lista, mil más surtidas de clásicos de The Beatles, The Rolling Stones, The Beach Boys, Lovin’ Spoonful y grupos británicos de los 60, más otras que ni recuerdo de grupos de country”.
- Jessica (The Allman Brothers Band)
- Born to Run (Bruce Springsteen)
- Amie (Pure Prairie League)
- Gloria (Patti Smith)
- Hotel California (Eagles)
- Proud Mary (Creedence Clearwater Revival)
- Long Train Runnin’ (The Doobie Brothers)
- Suite: Judy Blue Eyes (Crosby, Stills & Nash)
- For What It’s Worth (Buffalo Springfield)
- Rose of Cimarron (Poco)
- Sister Golden Hair (America)
- You’re No Good (Linda Ronstadt)
- Fly Like An Eagle (The Steve Miller Band)
- Black Magic Woman (Santana)
- Don’t Go Breaking My Heart (Elton John & Kiki Dee)
- 50 Ways to Leave Your Lover (Paul Simon)
- Like a Rolling Stone (Bob Dylan)
- Mr. Tambourine Man (The Byrds)
- Searchin’ for a Rainbow (The Marshall Tucker Band)
- Both Sides Now (Joni Mitchell)
- Sylvia’s Mother (Dr. Hook & The Medicine Show)
- Roadhouse Blues (The Doors)
- Jackie Blue (The Ozark Mountain Daredevils)
- Susie Q (Creedence Clearwater Revival)
- Our House (Crosby, Stills, Nash & Young)
- Serenade (The Steve Miller Band)
- Light My Fire (The Doors)
- Ramblin’ Man (The Allman Brothers Band)