Los bailarines belgas Mary Wildeson y Verhoeven en una foto promocional.

1932 arrancó en València con la agenda de espectáculos tan burbujeante como era (y es) habitual por esas fechas. Hasta tres circos (el London, el Americain Cirque y el España) se habían instalado en la ciudad, con números tan sugerentes como el de Kanichka, «el brujo revolucionador de la magia». Además, la compañía de Margarita Xirgu estaba en el Principal; en el Lírico se estrenaba la película La pura verdad (Florián Rey, Manuel Romero, 1931), con José Isbert (entonces aún Ysbert) y en el Bataclán se despedía Julita Oliver.

Pero si algo llamaba, realmente, la atención eran los anuncios de sendos campeonatos de resistencia de baile a celebrar durante los primeros días de enero. Una historia que acabaría llena de intrigas, acusaciones cruzadas, mentiras y medio verdades, bombas de humo, frutas y sándwiches, y muchas muchas horas danzando.

Sánchez contra Sánchez

Miguel Sánchez y Mariano Sánchez Rexach tenían en común varias cosas: eran empresarios, compartían primer apellido sin ser familia, guardaban vínculos con València y querían poner en marcha su propio maratón de baile (anunciados en prensa con todo tipo de boatos y exageraciones).

Miguel ya había organizado encuentros similares en Berlín y París y quería celebrar el suyo en el Teatro de la Libertad (antes Princesa). Se supone que contaba con el respaldo del señor Mucci, referencia absoluta a nivel mundial en este tipo de saraos. Eso sí, ya había dado un paso en falso en esta carrera, teniendo que dar marcha atrás a la intención de celebrarlo el 28 de diciembre aduciendo que no podían llegar a tiempo los bailarines que viajaban desde otros países.

Mariano era el director del Circo Price de Madrid (donde tenía experiencia en este tipo de eventos) y en su aventura de organizar el campeonato de resistencia se había unido al italiano Gianelli (que no tardó en abandonar la sociedad) y a Luis Corzana, empresario del Americain Cirque. Su idea era ponerlo en marcha en el Teatro Apolo.

La lucha entre ambos organizadores no se limitó a ponderar cada uno su propuesta como la auténtica, sino especialmente a desacreditar la contraria. Las páginas del diario El Pueblo fueron el escenario de esta batalla. Siempre a través de anuncios contratados por los dos bandos, para regocijo de la caja del periódico fundado por Blasco Ibáñez en 1894.

Así, cuando desde el Apolo se anunció que el 4 de enero de 1932 arrancaría el certamen, a nadie le sorprendió que desde el Libertad se desvelara el 5 para el suyo. Ninguno de los dos se celebró esos días.

No había nuevas fechas para los campeonatos, próximamente decían, pero cada uno de los Sánchez se afanaba en apuntar detalles de su evento. Miguel listaba algunos de los bailarines que concursarían, unos más exóticos como Manolesco (campeón de Rumanía) y otros más locales como Banchells («excéntrico valenciano del casino de París, verdadero hombre de caouchouc») o Francisco Milla (El Candiles, de El Cabanyal). La alianza Sánchez Rexach-Corzana no se quedaba atrás y también alternaba nombres más cercanos como Ortiz (campeón valenciano) o El Chato (segundo premio español) con otros europeos como Verhoeven (campeón belga) o Dandolo Roviro (campeón de Italia).

Cada día, prácticamente, había novedades. Desde el Libertad informaban que además de los participantes, contarían con una exhibición a cargo de «la formidable pareja de salvajes negros, recientemente protagonistas de la película Trader Horn«. Trader Horn ( W.S. Van Dyke, 1931) se podía ver en esos momentos en el cine Capitol donde se había estrenado el 2 de enero. Desde el Apolo apuntaban que, como prólogo al maratón se podría ver un film sobre el campeonato celebrado en el Price en uno de los principales escaparates de la ciudad, sin especificar en cuál.

Como no hay dos sin tres, el señor Mucci también tomó la palabra en formato publicidad en El Pueblo para explicar que él era el único organizador oficial de campeonatos de bailes de resistencia que se celebraban en España. Y que tanto el del Apolo como el del Libertad eran imitaciones y los participantes no eran los auténticos campeones que habían concursado en el certamen europeo. Añadía, además, que pensaba organizar su propio maratón en València. De esto último nunca más se supo.

Enfrentados en todo, sin embargo los dos Sánchez tenían un punto en común. Nunca nombraban mujeres entre sus concursantes confirmados, a pesar de que el campeonato era por parejas. Desde el Libertad, incluso, una vez acabado el plazo de inscripción, publicaron en prensa que necesitaban señoritas para su certamen.

Fueron pasando los días. No se celebraba ninguno, pero las páginas de espectáculos de El Pueblo seguían recogiendo reproches y supuestas confirmaciones. Decían no preocuparse por las campañas de difamación del rival, aseguraban que tenían todos los títulos oficiales de sus campeones, seguían añadiendo nombres y confirmaban que se atrasaba el inicio. Desde el Apolo, eso sí, anunciaron que se repartirían 30.000 pesetas en premios.

El sinsentido llegó a su punto máximo al coincidir ambos campeonatos en su fecha de celebración, el 15 de enero. El del Libertad a las 0’15h, el del Apolo a las 23h. El primero de ellos nunca llegó a arrancar. No hubo más noticias sobre él. Un anuncio del Teatro de la Libertad informando que el 17 actuaba la compañía del maestro Serrano con tres funciones y diversas obras enterraba el proyecto, ya no hubo rastro alguno de ese maratón. Ni de los bailarines fabulosos que iban a participar. Ni del jurado, ni de las actuaciones paralelas. Nada.

Danzad, danzad, malditos

El 15 de enero de 1932, a las 23h, en el Teatro Apolo (Don Juan de Austria, 18, entonces calle Llarga de la Sequiota), 41 parejas de bailarines iniciaban el campeonato. Ninguna sabía que si quería ganar tendría que aguantar 26 días danzando. Lo que sí conocían es lo que iban a comer en las sucesivas jornadas.

A las 2h de la madrugada recibirían el primer refrigerio: café con leche, sándwich y frutas. A las 5h lo mismo. A las 8h, café o chocolate, y brioche. A las 11h, sopa, tortillas, frutas y vino. A las 14h, plato de carne, legumbres, frutas y vino. A las 17h, café con leche, sándwich y frutas. A las 20h, consomé, plato de carne, legumbres y frutas. A las 23h, macarrones o arroz, queso, frutas y vino. Y vuelta a empezar.

La primera crónica en El Pueblo hablaba de lleno absoluto, destacaba los aplausos que cosecharon Los Ortiz y hacía una pequeña mención a la infraestructura montada con camas, botiquines y enfermeras.

No hubo que esperar mucho para los primeros abandonos. Conchita Reyes los inauguró después de bailar siete horas y cuarenta y cinco minutos. Margarita García y Elisa Vilagrau pararon después de catorce horas danzando y Lily García aguantó justo el doble. Sus parejas continuaron concursando en solitario.

Los campeonatos de resistencia de baile atraían a mucho público. El sold out se colgaba jornada tras jornada, mientras la realidad social y política de la ciudad y el país pasaba por momentos muy complicados. Había fans tan acérrimos como Andrés Negrillo y Eugenio Rodríguez, que habían visto íntegro el realizado en el Circo Price y ahora se habían trasladado de Madrid a Valencia para no perder detalle alguno de este.

Las primeras cien horas se celebraron por todo lo alto. Un show con varios artistas, entre ellos la internacional Anny Fey. En ese momento quedaban 22 parejas y 3 hombres sueltos. Cumplido este tiempo, tal y como recogía el reglamento, los participantes que quisieran podrían retirarse y ganar 200 pesetas. Lo hicieron cinco duplas, además de un hombre y tres mujeres.

Algunas parejas empezaban a mostrar claros síntomas de cansancio y eso se fue traduciendo en más eliminaciones. A Ricardo Domínguez y a Paquita Moreno les enseñaron la tarjeta roja. A él por haber dormido veinte minutos, a ella por sentarse comiendo. La crónica de El Pueblo vuelve a destacar a Los Ortiz, además de a los belgas Mary Wildeson y Verhoeven y a Julio Vicente con Francesilla.

Se cumplieron las doscientas horas con trece parejas y dos hombres como supervivientes. Para celebrarlo, la organización ofreció una gran fiesta flamenca con Miguel Borrull a la guitarra y Conchita Borrull, «la emperadora del arte cañí». Además, hicieron realidad una solicitud de parte del público, y las camas para dormir los participantes se colocaron en la pista (a las 19’45h y a las 23’45h) para que la gente viera cómo dormían y les daban masajes.

Diez parejas serán las que alcancen las trescientas horas. La recompensa para quien quisiera abandonar llegados a este punto era de 400 pesetas. Lo hacen una dupla, dos hombres y una mujer. La Rondalla de Lo Rat Penat es la encargada de amenizar el momento. Y a medianoche actúa, por primera vez en España, el faquir Klondrhihon, que ingiere clavos, corcho, esponja, cal, piedra, vidrios…

El reloj marca las cuatrocientas horas de baile y cualquier error mínimo se paga. Carmen de la Torre y María Luisa Agañón son descalificadas por llegar tarde a la pista. Un día después es Julita Muñoz la que no aguanta más. Arturo Tarín abandona «por sueño insuperable». De las 41 parejas que empezaron el campeonato ya solo quedan 7 y 3 hombres solos.

Siguen los llenos a cualquier hora del día. José Luis Almunia firma una crónica para La Semana Gráfica, siendo muy descriptivo con el ambiente que se respira, con «la atmósfera, que enrarecida por el humo de los cigarros y la vaharada humana, nos produce un ligero ahogo». A las cuatro y media el teatro se llena de mujeres «de atavío estrepitoso, maquilladas (…) un cosmopolitismo se apodera del piso bajo: hay austriacas, francesas, alemanas. Son artistas que han acabado su trabajo en los dansings, en los cabarets».

Foto publicitaria de Paolo Zunino y Pepita Igual, participantes en el campeonato. Foto: todocolección.

El concurso entra en una nueva fase cuando alcanza las quinientas horas. A partir de entonces, los bailarines descansarán 10 minutos cada hora en lugar de lo 15 que tenían hasta ese momento. Al día siguiente lo harán 9, al próximo 8, al otro 7, la jornada siguiente solo 3. El humorista Antonio Vives, que hace de speaker, se emplea a fondo para animar a los concursantes. Son finalistas sin saberlo.

El martes 9 de febrero empieza con la supresión del descanso. A las 20.45h se desaloja el teatro para preparar la gran final. La cartelera del Apolo ya anuncia para el jueves el estreno de Mosaicos argentinos, de la compañía de arte menor de Azucena Maizani, dando por hecho que ese día habrá acabado el campeonato. Queda, por lo tanto, una sola jornada de baile. En ella no estará una de las parejas favoritas, Los Ortiz, que tuvieron que abandonar a principio de esa semana.

Llega el día de la gran final. Han sobrevivido bailando los belgas Mary Wildeson y Verhoeven, los campeones italianos Rowina (siempre con una sonrisa) y Dandolo; el «valenciano honorario» Paolo Zunino y su mujer Pepita Igual (también valenciana, que dijo que iba a por el campeonato), Los Ferrari (campeones de Argentina) y Pedro López en solitario, porque Carmen de la Torre, su pareja, había sido descalificada.

Se suceden los abandonos. Caen Rowina y Dandolo, también López. Los belgas ya no pueden más, él sufre por una lesión en una rodilla ocasionada bailando una java. El señor Ferrari es descalificado “a causa de sus intemperancias”.

26 días después de su inicio, 608 horas más tarde, Paolo Zunino y Pepita Igual se proclaman campeones del primer campeonato de baile de resistencia celebrado en València.

La triada Paolo Zunino, baile y València, no era nueva, se concretaba en la Academia de Bailes de Salón Spanish Room. Situada en la calle Quevedo 18, le publicitaba como «el único profesor de baile diplomado en Valencia y representante de la Federación Internacional de baile de París». En el listín de teléfonos de València de 1932 ya aparece un número de contacto de la misma, por lo que es de suponer que ya la regentaba cuando se apuntó al concurso. La escasa información encontrada sobre ella son documentos (una hoja volante, un pay pay, el carnet de un alumno) que nos permiten saber que siguió abierta, al menos, durante1933 y 1934. Además, un pequeño anuncio en el número 1 de la revista Azul (noviembre del 33) desvela que también tenía una sede en la calle Doctor Gadea, 5, de Alicante. Como siempre decimos, en todos los artículos de Carambal, seguiremos investigando.

Carnet Academia Spanish Room. Foto: todocolección
Pay pay publicitario de la Academia Spanish Room. Foto: todocolección.