Vendedor del Rastro. Foto: José Manuel Guillén.

En 1972, el Rastro de València se ubicaba en la Plaza de Nàpols y Sicília. Allí acudía todos los domingos que podía un veinteañero José Manuel Guillén, acompañado de su cámara de fotos (“una Canon que no era de alta gama, réflex, de 35 mm, sin zoom, a la que le iba cambiando el objetivo”) y de su amigo Ricardo Salom.

Ambos estudiaban en la Escuela de Bellas Artes situada en lo que hoy en día es el Centre del Carme*. Uno de los profesores que tuvieron como alumnos, el pintor Ximo Michavila, fue el que les despertó, a él y a Salom, el interés y la afición por la fotografía.

La atracción por los mercadillos, José Manuel la adquirió cuando apenas era un niño en su Ibiza natal. “En los años cincuenta vivía allí en casa de mi abuela y desde el balcón veía todo el trajín del Mercat Vell de la isla. Me encantaba el bullicio, la gente, los payeses con sus carros y bicicletas, las aglomeraciones, ese movimiento. Y quizás de ahí viene mi atracción por los rastros y por fotografiarlos”.

Foto: José Manuel Guillén.
Foto: José Manuel Guillén.

Aquel Rastro de València de principios de los setenta que Guillén fotografió y hoy reproducimos en Carambal  “era pequeñito. En la plaza en la que se ubicaba había un mercadillo durante la semana y estaba llena de casetas de madera ocupadas por vendedores de frutas u otros productos”. El domingo se transformaba y como si fuera el escenario de una de esas películas del neorrealismo italiano que tanto le gustaban a José Manuel, se llenaba de protagonistas con un poder de atracción total. “Me gustaba mucho ese Rastro por su dimensión humana. Me interesaba el ambiente. Pero, sobre todo, los personajes tan especiales que había, su expresividad, eran impresionantes, muy fotogénicos, las situaciones que generaban, lo que vendían…”.

José Manuel recorría todos los puestos y retrataba tanto a vendedores como compradores. No solía interactuar con ellos, ni siquiera para pedir permiso para fotografiarles, es más prefería hacerlo un poco a escondidas (aunque eran cámaras con objetivos que no pasaban desapercibidas) para captarles mejor y evitar que posaran. El magnífico resultado se puede comprobar a lo largo de este artículo.

No es que el retrato le interesara especialmente desde el punto de vista artístico, lo que le interesaban eran los rostros que podía retratar en el Rastro. Detrás de esta actividad dominical, que se prolongaría durante tres o cuatro años, no había ningún propósito creativo más allá de pasarlo bien y entretenerse a partir de su propio gusto personal.

Además, también, hacía otro tipo de fotografía más experimental, centrada en objetos (en apariencia) inservibles y, sobre todo, muñecas desvencijadas o de cartón, que se vendían allí. “Tal vez quería reflejar el paso del tiempo con esas imágenes. Las relacionaba con cosas de un modo casi surrealista”.

Foto: José Manuel Guillén.
Foto: José Manuel Guillén.

José Manuel vivía, por entonces, bien cerca de ese Rastro cuyos rostros retrataba. En el mismo Carmen, barrio en el que se alojaban o tenían sus estudios la mayoría de los alumnos de Bellas Artes (también de Filosofía, Derecho…). “València era la ciudad más barata de España para alquilar. La diferencia con Madrid, Barcelona o cualquier otra era muy grande. Por 800 ó 1000 pesetas tenías un piso”.

Como si fuera alguno de esos vendedores que fotografiaba los domingos, él también recogía cosas de la calle. Pero en lugar de venderlas, amueblaba el estudio en el que vivía. “Casi todo lo que tenía era recogido: el perchero, el espejo, la cómoda, las sillas… Te dabas una vuelta por la calle y lo encontrabas, y algunas de las cosas eran muy bonitas”.

Foto: José Manuel Guillén.
Foto: José Manuel Guillén.

Aquel Carmen setentero estaba, principalmente, habitado por personas mayores y estudiantes. “Era muy barato. Había cuatro barecitos, en uno de ellos recuerdo que siempre estaba un exlegionario que te contaba su vida. El mercado de Mossén Sorell tenía una parte con puestos en la calle y con sus toldos parecía un zoco moruno”. 

También estaba Bermell, una bodega de las de barra de mármol donde vendían vino y aceite. “Enfrente tenían un horno con solo dos tapas: habas y chuletas de huerta, que eran unas patatas cortadas por la mitad a las que les ponían pimentón y estaban riquísimas. Después ya se convirtió en un sitio donde era más caro comer”.

La siguiente parada de este tour por lugares de El Carmen de entonces es en el bar de la Escuela de Bellas Artes. “Estaba en una esquinita del Claustro que tiene el jardín del Centre del Carme. Era muy pequeño, parecía la cueva de Luis Candelas, estaba genial, con música, se organizaban unas juergas…pero Genaro Lahuerta, que era el director del centro, lo cerró porque pensaba que era un antro de perversiones”. Justo enfrente abrieron El Racó, en lo que ahora es el Café Museu, y los estudiantes enseguida lo hicieron suyo.

Muñecas del Rastro. Foto: José Manuel Guillén.
El Racó (actual Café Museu). Foto: José Manuel Guillén.

Los recuerdos de José Manuel sobre El Carmen se oscurecen en la siguiente década. “En los 80 yo tenía un estudio por el Portal de la Valldigna y fui testigo de cómo se degradaba el barrio. Entró la heroína, se empezó a traficar en algunos bares, aquello fue un desastre, veías gente que te daba mucha lástima, estaba todo medio derruido, parecía Beirut” y decidió irse a otra zona a vivir.

También la relación con el Rastro se fue desvaneciendo. Curiosamente, a partir de 1997 (y después de tres años en lo que era el párking del Antiguo Hospital, hoy el MuVIM), se ubicó en las inmediaciones del campo del Valencia CF. Prácticamente al lado de donde vivía José Manuel por aquella época, pero “estando tan cerca de casa iba muy de vez en cuando, perdí la afición a ir, también apenas hacía fotografías entonces”. Por suerte, nos quedan, para recordar, sus instantáneas de aquellos rostros del Rastro de principios de los setenta.

Nota: * En 1976, Jose Manuel fue profesor de Grabado en la Escuela de Bellas Artes. Siguió siéndolo cuando se trasladó la Facultad al Politécnico, donde también impartió Dibujo, Litografía y Obra gráfica y espacio público, esta última en el Máster, hasta que en 2020 se jubiló.